Ubeelil tunajil xook. El recorrido de las mujeres mayas yucatecas hacia la escuela

Olivier Le Guen CIESAS Ciudad de México

Cuando empecé mis trabajos de campo en el pueblo de K’o’opch’e’en, Quintana Roo, en 2002, todos los niños del pueblo asistían a la escuela. En ese momento, el pueblo contaba con tres escuelas de diferentes niveles: el kínder, la primaria y un telebachillerato. Mientras más avanzado era el grado de estudio, iba disminuyendo la cantidad de niñas y jóvenes. La opción para continuar en la secundaria era (y sigue siendo) tener que trasladarse diariamente al pueblo más grande x Ja’asil, ubicado a una distancia de 12 kilómetros aproximadamente. Por esta razón, muy pocos niños perseveran en sus estudios, aunado a que las únicas oportunidades a las que podían acceder eran un tipo de educación técnica, relacionada con la administración, o bien, directamente involucrada con la industria del turismo o trabajar como albañil en otros emplazamientos fuera del pueblo. La gran mayoría de los que optaban por estas opciones eran muchachos. En 2004, cuando una compañera de estudio vino a visitarme en el pueblo y empezó a presumir que ella también era doctorante en la Universidad de París, su comentario fue recibido con miradas amables pero confundidas, ya que nadie sabía qué era la universidad. En 2020, durante mi último trabajo de campo, estuve supervisando a tres alumnos que son hablantes nativos de maya yucateco, de los cuales dos de ellos son mujeres. Asimismo, una de las vecinas del pueblo (en este caso Chi’kaan) está estudiando en Mérida para ser maestra bilingüe maya-español. Por lo tanto, en sólo unos 15 años, las oportunidades para acceder a los estudios más avanzados han cambiado drásticamente para las mujeres en distintos poblados de la península de Yucatán, y he podido ser testigo de la dinámica social que éstos conllevan.
En este artículo quisiera describir un poco del recorrido de las mujeres mayas en el sistema escolar y las dificultades que han tenido que superar. Con respecto a este tema sería muy fácil tomar un enfoque indigenista o paternalista que contemple a las mujeres o a los grupos indígenas en general como víctimas de una imposición centralista. Si bien considero, como antropólogo, que el sistema escolar ha acelerado el cambio cultural, mi propósito en este trabajo será más bien tratar de vincular cómo la vida escolar fue integrada en la cotidianidad de los mayas yucatecos a partir de su propia cosmovisión e intereses, y cómo, simultáneamente, la escuela ha modificado sustantivamente las prioridades de opciones de diferentes ocupaciones y el futuro de las nuevas generaciones.
Mis datos son producto de una etnografía participante conducida en Quintana Roo (en la zona maya) desde 2002, así como de mi experiencia más reciente en varios pueblos mayas del estado de Yucatán. Asimismo, en 2016 entrevisté a tres muchachas y un muchacho de posgrado para que me compartiesen sus experiencias con los estudios. Durante varios años he sido también asesor de estudiantes indígenas mayas yucatecos dentro y fuera de mis proyectos de investigación.
La escuela llega a Quintana Roo alrededor de 1930, después de la Guerra de Castas.[1] Los primeros que accedieron a la educación fueron los hombres (Pacheco Cruz, 1934), aun cuando lo hicieron de forma poco constante. Terminar la escuela primaria fue por mucho tiempo el grado más alto que podían lograr, ya que no existían escuelas secundarias cercanas. Estudiar más requería trasladarse a la ciudad, muchas veces en un internado (los cuales eran muy costosos para la familia tanto en términos de dinero como de fuerza de trabajo). Por muchos años no se consideraba, por parte de los padres, que trajese ningún beneficio para las mujeres o su familia asistir a la escuela. Más tarde, en los años 1980, ya una gran mayoría de las jóvenes asistían a la escuela, y terminaban, por lo general, únicamente su primaria. Es decir, que tenían bases muy frágiles en conocimiento sobre escritura y matemáticas y aprendían muy poco español. El cambio a una escolarización más avanzada ocurrió en los últimos 20 años, y en la actualidad una gran mayoría de las muchachas entran a la secundaria y logran terminarla. Más aún, muchos jóvenes han podido entrar y terminar la universidad.
Para los mayas, la relación entre su cultura, los roles de género y el sistema escolar no es sencilla. A continuación, consideramos varios factores que determinan y afectan esta dinámica.
En primer lugar, están los idiomas y los espacios lingüísticos, ya que la lengua de uso en los pueblos mayas yucatecos es el maya. Sin embargo, en la escuela, el manejo de la lengua española es un requisito indispensable porque las clases se imparten en este idioma. Salvo en el caso de algunas escuelas bilingües maya-español, en las cuales los profesores que trabajan en las comunidades indígenas de la península, y en especial las de la zona maya, no hablan maya. Dado que los profesores se encuentran en una posición de poder, y aunadas las razones de prestigio sociolingüístico, el español es la lengua que se maneja en la mayoría de las interacciones dentro de las escuelas y casi exclusivamente dentro del aula. Paradójicamente, la lengua española nunca se enseña formalmente en la escuela, aunque constituye para los hablantes de maya una segunda lengua o una lengua extranjera obligatoria. Los niños tienen entonces que saber español de antemano o bien tratar de aprender ‘sobre la marcha’. A consecuencia de esta situación, los padres de familia toman la obligación de llenar este vacío lingüístico en la casa. Por lo tanto, en la actualidad, son los padres quienes tratan de enseñar el castellano a sus niños lo más temprano posible, es decir, como idioma materno, este hecho pone en gran peligro la transmisión del idioma maya. Es de recalcar que, tanto para los padres como para los hijos, la forma de enseñanza-aprendizaje del español que ha sido más eficiente se da a través de los medios modernos de comunicación, en especial la televisión (con sus telenovelas diarias), la radio y ahora el internet.
Por ejemplo, en En K’o’opch’e’en, el kínder no es bilingüe, pero los profesores son hablantes nativos del maya. Varios días de observación y de grabaciones de videos revelaron que la enseñanza se hace en español y en maya: la maestra produce las oraciones en español y después las va repitiendo, traduciéndolas en maya. En los grados superiores, primaria o secundaria, la mayoría de los maestros no son indígenas, viven en la ciudad y no emplean, para nada, la lengua maya; las clases se imparten únicamente en español. Los alumnos que no manejan el castellano con fluidez tienen un mayor riesgo de no lograr resultados positivos.
Como han apuntado varios investigadores, el espacio de la escuela condiciona las interacciones entre profesores y alumnos que contrastan directamente con las que se dan en la comunidad. Tradicionalmente, las relaciones de parentesco son las que rigen las relaciones sociales, pero el sistema escolar organizado por edad, ha conformado nuevas formas de interacciones que conocemos como “cultura de pares” (peer culture) (Corsaro y Eder, 1990; Kyratzis, 2004). Estos nuevos grupos de pares se reflejan también al nivel lingüístico, y algunas muchachas de K’o’opch’e’en socializadas sólo en español y que no son familiares, empezaron a reunirse en la cancha deportiva del pueblo para seguir hablando español, cuando los demás alumnos tienden a hablar maya al salir del aula.
La división del trabajo, basada en las diferencias de género, es una razón principal por la cual las mujeres no han entrado tanto como los hombres en el sistema escolar. Tradicionalmente, los hombres van a la milpa durante el día, o a veces durante varios días y regresan con los alimentos brutos a la casa. Es la labor de las mujeres procesarlos y prepararlos. Además, la mujer maya se ocupa del solar, de los niños y de los animales domésticos (Le Guen en prep.). Esta dinámica hizo que el hombre siempre estuviera vinculado con “el exterior” y la mujer más sedentaria dentro del espacio del solar. Esto repercutió en los procesos de modernización y de cambio cultural. Cuando se abrieron oportunidades laborales nuevas fuera del pueblo, los hombres, siguiendo la lógica cultural, fueron los que salieron: a recoger chicle a finales del siglo xix y en los siglos xx y xxi con la albañearía, los estudios, etc. (Gaskins 2003). Por lo tanto, seguir estudiando para las mujeres, sobre todo fuera del pueblo, ha sido un camino lleno de obstáculos.
El primero fue simplemente esto, no seguir el proceso de desarrollo tradicional de cuidar el espacio del solar. Ir a la escuela implica que nadie estará para cuidar la casa, preparar los alimentos, cuidar a los niños y enseñarles valores culturales y la lengua indígena (o “lengua materna”). Si bien se ha recurrido a los abuelos, gracias a que los mayas viven tradicionalmente en grupo familiares extendidos (Hill y Hill, 1986), aunque el avance de la neolocalización ha creado más familias limitadas a padres e hijos.
Otro obstáculo fue la creación de nuevos espacios de encuentro no controlados por lo padres. Tradicionalmente, las parejas se conocen y se forman a lo largo de los años o dentro de eventos como las fiestas tradicionales con sus bailes. Si bien no es raro que las niñas “se escapen con el novio” (kupúuts’ul), siempre hubo cierta vigilancia de parte de la familia. En la escuela, las muchachas están en contacto con jóvenes, a veces desconocidos (porque vienen de otros pueblos, por ejemplo) y no se conoce casi nada de las interacciones que tienen. Esto ha fomentado la reunión de novios o enamorados sin compromiso. El uso del celular y del internet fueron herramientas que amplificaron este fenómeno. La consecuencia de esta situación fue que las mujeres no se encontraban dentro de una red social para controlar el proceso de noviazgo y, a manera de consecuencia, las relaciones íntimas. El resultado, bien conocido en México, fue la multiplicación de muchachas embarazadas y madres solteras.
El siguiente punto se relaciona directamente con el anterior y es la percepción del riesgo de parte de los padres respecto a permitir que su hija estudie. Muchos de los papás con quienes he hablado a lo largo de los años comentan su preocupación en términos de inversión. Dejar a su niña estudiar puede tener dos consecuencias (que los papás lo tomen como una apuesta). Por un lado, la hija puede terminar los estudios y lograr tener un trabajo remunerado y, por lo tanto, subir en la escala social, lo cual es la meta tanto de los padres como de las hijas. Por otro lado, puede ser un fracaso, muchos padres comentan que “se pagó la escuela para nada” (la escuela es cara y el transporte y la comida son gastos significativos) como en términos de fuerza de trabajo; no hubo nadie durante años para ayudar en la casa. Si la niña regresa embarazada obviamente se suma un bebé más que cuidar, a veces sin el apoyo del padre.
Por lo tanto, tomar el camino de la escuela para las mujeres resulta ser una especie de vía crucis. Los papás ponen mucha presión, primero en desanimarlas, y si siguen con la motivación, en prohibir que tengan novio o pretendientes, que no salgan y que, obviamente, tenga buenos resultados. Los papás tratan de desanimar a sus hijas no por crueldad, sino que, muchas veces ellos no han tenido educación escolar y no entienden muy bien el posible beneficio de los estudios y, por ende, no pueden ni motivar ni apoyar a sus hijos. El cambio cultural ha sido tan fuerte en tan poco tiempo que tenemos a generaciones que viven simultáneamente en mundos distintos.
Sin embargo, con los años y algunas experiencias positivas de unas jóvenes que han regresado de la universidad o de escuelas superiores, varios papás han empezado a considerar que este camino sí es válido. Asimismo, el trabajo en hoteles ha ofrecido otro espacio adicional externo del pueblo para validar el movimiento hacia a fuera de las mujeres. En K’o’opch’e’en, una pareja decidió que el marido iba a ser el que se quedará en casa, asumiendo algunas de las tareas de la casa, junto con su trabajo a la milpa, mientras su esposa iba todos los días a trabajar en un hotel en la costa, con un transporte que sale del pueblo diariamente.
Si bien carreras como Turismo o Administración son ahora bien conocidas y vistas como válidas, otra no lo son tanto. Una muchacha de K’o’opch’e’en que entrevisté en 2016 me contó, llorando, su difícil experiencia con su tío al pedir seguir una carrera de arte, en especial de danza. En un pueblo maya de Quintana Roo existen dos formas de danza: el baile tradicional de la maaya paax (o música maya) que se realiza durante la fiesta tradicional y el baile de las bailarinas de bandas y de los clubes de hombres. Dado que lo que quería la muchacha no era el baile tradicional, su tío lo prohibió seguir esta carrera y ella tuvo que ir a escondidas a la universidad para poder bailar y actuar en obras de teatro. Ahora, con el apoyo de otros miembros de su familia, en particular su abuela, terminó lo estudios y se está desarrollando como artista.
Aun cuando sólo llevo un poco más de 15 años haciendo trabajo de campo en la península de Yucatán, las cosas han evolucionado tremendamente. Cuando llegué al pueblo, todos me veían como un bicho raro, pero ahora funjo (¡sin haberlo pedido nunca!) como un modelo y un guía para muchos jóvenes. Cuando propuse a un chavo del pueblo integrase en mi proyecto de investigación, su mamá le dijo: “xen tupaach Óolibye!” “anda con (literalmente detrás de) Olivier”, usando una formula típica de cómo uno sigue a su papá, un tío o un hermano mayor para aprender el trabajo de la milpa o de albañilería, siguiéndolo y aprendiendo, mirando. En 2020, este joven acabó por entrar al doctorado del Posgrado en Lingüística Indoamericana.
style=”text-align: justify;”En mi experiencia como supervisor de tesis he tenido la oportunidad de seguir a mujeres y muchachos indígenas de la península. En varias ocasiones hemos platicado de los retos que han tenido que enfrentar. La confianza “moderada” de los padres ha sido un asunto tanto para los muchachos como las muchachas, pero convencerlos fue más duro para las chavas. De igual forma, la imposibilidad de tener un novio y el miedo de ser muy vieja y “fuera del juego” para buscar un marido es una angustia constante para las mujeres. Unas encontraron el amor (muchas veces un hombre que también ha estudiado) y algunas de ellas se embarazaron, pero llega inevitablemente la pregunta de saber si seguirán o no estudiando y a qué precio (un debate ya no tan distinto de las que han tenido varias mujeres en el mundo). Lo que sí he notado tanto en mis proyectos de investigación tanto como docente en el Posgrado en Lingüística Indoamericana en CIESAS, es un compromiso muy fuerte de parte de las muchachas que, por las dificultades que han tenido que enfrentar, toman el hecho de poder estudiar como un privilegio que se tuvieron que ganar, de seguir un camino que ellas mismas tuvieron que abrirse.
Referencias bibliográficas
Corsaro, William A., y Donna Eder (1990), “Children’s Peer Cultures”, en Annual Review of Sociology, núm. 16, pp. 197-220.
Gaskins, Suzanne (2003) “From Corn to Cash: Change and Continuity within Mayan Families.” en Ethos, vol. 31, núm. 2, pp. 248-73.
Hill, Jane H., y Kenneth C. Hill (1986) Speaking Mexicano: Dynamics of Syncretic Language in Central Mexico, Arizona, University of Arizona Press.
Kyratzis, Amy (2004), “Talk and Interaction among Children and the Co-Construction of Peer Groups and Peer Culture”, en Annual Review of Anthropology, núm. 33, pp. 625-649.
Le Guen, Olivier, en preparación Maaya Kuxtal, “La forma de vida maya”. Un análisis multidimensional del espacio maya.
Pacheco Cruz, Santiago. 1934. Estudio Etnográfico de Los Mayas Del Ex-Territorio Quintana Roo. Mérida, Yucatán, México.

  1. La Guerra de Castas fue un conflicto entre el gobierno y las poblaciones indíegnas mayas que se desarrolló entre 1847 y 1901.

Tras el pasado de las tierras indígenas: las Hijuelas de Michoacán en el siglo XIX

Matthew Butler
University of Texas at Austin

Antonio Escobar Ohmstede
CIESAS, Ciudad de México

En las últimas décadas se ha impulsado una corriente revisionista y neo-revisionista sobre los impactos que tuvo el liberalismo económico, social y político en los llamados pueblos indígenas de México y Latinoamérica del siglo XIX; especialmente en las maneras en que conservaron o no sus bienes comunes y qué tipo de derechos se utilizaron para mantener dichas tierras por parte de los habitantes de los pueblos. En general se ha percibido una pérdida de los bienes comunes frente a las leyes liberales y se han acentuado historias de resistencias, acomodos y negociaciones, es decir, hemos descrito una “historia del despojo”. Sin embargo, hay documentación que, si bien ha sido consultada en términos regionales, su estado físico y su difícil acceso imposibilitaba abrir nuevos caminos de análisis. En este sentido los Libros de Hijuelas de Michoacán, una recopilación inédita de los procesos de fraccionamiento en poblaciones indígenas decimonónicas nos permite observar de manera detallada cómo se fueron trazando las políticas de repartición y división de tierras comunales, la manera en que se incrementó a los pequeños propietarios, así como la ocupación de diversos nichos ecológicos por los propios actores históricos y los conflictos entre las poblaciones indígenas, las autoridades estatales y federales por lograr la ansiada división de propiedades comunales.

Gracias al esfuerzo de la Universidad de Texas (LLILAS), del Archivo General e Histórico del Poder Ejecutivo de Michoacán, del CIESAS, así como de la Universidad Michoacana de San Nicolás Hidalgo y con el apoyo financiero de la Biblioteca Británica se puede ofrecer en open acces un importante material que son los libros de Hijuelas de Michoacán (https://eap.bl.uk/project/EAP931), así como nuevas herramientas críticas y cartográficas, los cuales permiten tener otras miradas y preguntas para aquellos que se dedican a la historia, la antropología, el activismo comunitario, y para los migrantes al rastrear la historia de sus localidades.

https://liberalarts.utexas.edu/llilas/news/libros-de-hijuelas-an-international-collaboration-conserves-indigenous-records-of-land-privatization-in-mexico

El autogobierno en la comunidad purhépecha de San Felipe de los Herreros

El autogobierno en la comunidad purhépecha de San Felipe de los Herreros

Comunidad purhépecha de San Felipe de los Herreros. Foto: Bianca Montes Serrato. Octubre de 2019.

Bianca Montes Serrato
Maestrante en Antropología Social, ENES-UNAM, Morelia
Integrante del Colectivo Emancipaciones

Desde junio del 2017, la Comunidad indígena de San Felipe de los Herreros se convirtió en la segunda comunidad p’urhepecha de Michoacán que, en su calidad de submunicipalidad o tenencia, administra directamente el presupuesto público.[1] Este acontecimiento derivó de un proceso político-jurídico que tuvo lugar luego de una serie de coyunturas que se presentaron tanto al interior de la comunidad, como las provenientes de los reconocimientos judiciales que se han dado en los últimos nueve años en Michoacán, relacionados con la autonomía y libre determinación de los pueblos indígenas, comenzando con el paradigmático caso de la comunidad de Cherán y el posterior derivado de la tenencia de San Francisco Pichátaro.

En este artículo presento los factores que influyeron en la lucha por el autogobierno y el reconocimiento del derecho a la autonomía y libre determinación de la comunidad indígena de San Felipe de los Herreros, así como las implicaciones que tuvo la creación de una nueva autoridad encargada de la administración de la hacienda pública y los retos que esta nueva configuración trajo frente al Estado.

Los detonantes del proceso

La lucha de la comunidad indígena de San Felipe de los Herreros por la entrega del “presupuesto directo” se debió principalmente a tres factores: 1) el descontento que generó la falta de cumplimiento por parte del Ayuntamiento de Charapan, de un programa de construcción de viviendas en el año 2015; 2) el ambiente de división e inconformidad interna protagonizada por los partidos políticos; y 3) el contexto de las luchas autonómicas que estaban teniendo lugar en la región.

Por bastantes años, la lógica partidista al interior debilitó la cohesión comunitaria y acrecentó los conflictos entre grupos políticos a niveles alarmantes. La rivalidad entre partidos, principalmente entre el PRI y el PRD, alcanzaba a permear en todo lo que tuviera relación con el adversario, aun y cuando esto significara desencuentros familiares entre hermanos o incluso entre padres e hijos.

Esta situación se hizo evidente al momento de las celebraciones, tanto comunales como particulares, ya que comenzó a resentirse la falta de asistencia y apoyos de cierta parte de la parentela. Las fiestas en San Felipe representan una institución cultural muy importante que genera relaciones de cooperación y un fuerte sentido de pertenencia. Como era de esperarse, este desencuentro mermó los lazos de parentesco y compadrazgo.

Imagen 2. Celebración al Santo Patrono San Felipe. Foto: Bianca Montes Serrato. 2019

Todos estos factores detonaron una reflexión al interior de la comunidad. A la división entre familias y al hartazgo por los partidos políticos se sumó la noticia de que comunidades indígenas de la región, mediante resolución judicial, habían logrado en tiempos recientes el reconocimiento del autogobierno y la entrega del presupuesto público que les correspondía para ser administrado directamente por la propia comunidad. Mediante Asamblea General se eligió a personas de los cuatro barrios existentes para formar un consejo encargado de llevar a cabo todas las gestiones relacionadas con la entrega del “presupuesto directo”.

Por supuesto, esta situación llevó tiempo. A la par de que la reflexión se estaba dando, se emprendió una lucha política traducida en presiones hacia el presidente municipal y el cierre de carreteras que al final no logró el objetivo de obtener la parte proporcional del presupuesto público que les correspondía. El consejo encargado se dispuso a buscar orientación entre las comunidades autónomas, lográndose un acercamiento con el Colectivo Emancipaciones que, en conjunto con la comunidad, llevamos a cabo la estrategia jurídica de demandar al ayuntamiento de Charapan el 22 de marzo del 2017, y obtuvimos una resolución favorable el 27 de abril del mismo año.

Resolución judicial en favor del derecho al autogobierno

El Tribunal Electoral del Estado de Michoacán en su resolución reconoce que los pueblos indígenas “en el ejercicio de su libre determinación, tienen derecho al autogobierno en las cuestiones relacionadas con sus asuntos internos y locales, así como a disponer de medios para financiar sus funciones autónomas; es decir, su derecho a la autodeterminación está estrechamente vinculado con su desarrollo económico, social y cultural”.[2]

Es así que San Felipe de los Herreros inicia un reacomodo de sus autoridades, funciones y prácticas, aunado a la obligatoria relación que en adelante deben llevar con las instituciones del gobierno del estado relacionadas con la administración y fiscalización presupuestaria.

La administración directa de la hacienda pública que la comunidad logró, trajo consigo el reconocimiento de sus derechos, pero también la adquisición de responsabilidades de orden jurídico, administrativo, financiero y contable. De ahora en adelante le concierne al gobierno del estado fiscalizar directamente a la comunidad respecto del dinero público ejercido de acuerdo con los rubros con los que viene etiquetado.

Las tenencias indígenas que han logrado su autogobierno en el estado de Michoacán prácticamente adquieren todas las atribuciones de un ayuntamiento, es decir, les corresponde ahora ser autónomos en cuanto a los servicios públicos al interior de su comunidad; se han convertido de facto en una especie de pequeño municipio que da paso a un cuarto orden de gobierno, que reestructura la base en que se divide al Estado mexicano para su administración.

La sentencia demanda la instauración de una autoridad encargada exclusivamente de la administración del presupuesto público, en tanto fue necesaria la creación del Concejo Comunal Indígena de la Comunidad de San Felipe de los Herreros. Lo que significó el retorno de autoridades comunales de carácter colegiado pero adaptadas al contexto y las necesidades actuales. Este nuevo órgano de representación se divide de manera interna en dos autoridades: el Concejo Comunal, que funciona como órgano de consulta al interior, y el Consejo Administrativo, encargado de la gestión del presupuesto público.

El Consejo Administrativo, encargado de llevar a cabo las demandas que requiere la administración directa del presupuesto público, muy al estilo de un ayuntamiento municipal en el sentido de la distribución de las tareas, con la diferencia de que todos sus integrantes se encuentran en un mismo nivel de jerarquía. Por otro lado, tenemos al Consejo Comunal, que adquiere características similares al desaparecido cabildo en cuanto a que se trata de un órgano de consulta y sus integrantes son personas mayores reconocidas por sus saberes comunitarios.

Estas dos nuevas figuras en conjunto con el jefe de tenencia y el representante de bienes comunales, forman parte del cúmulo de autoridades de San Felipe de los Herreros. Cada una cuenta con funciones específicas, sin embargo, el día a día del gobierno ha traído consigo una serie de ajustes. Las autoridades originales han tenido que adaptar y modificar aspectos de sus funciones para lograr una armonía interna que, no obstante, no ha estado exenta de tensiones, aunque tampoco se ha traducido en una ruptura del proyecto de autogobierno de San Felipe de los Herreros.

Cambios

Uno de los cambios importantes de la reciente realidad política de la comunidad son los requisitos para formar parte de las nuevas autoridades, que difieren de los acostumbrados al nombrar a las autoridades tradicionales. Es decir, para ocupar el puesto de jefe de tenencia o representante de bienes comunales se busca que sean personas mayores, que preferentemente hayan tenido algún otro cargo comunal y que sean reconocidas al interior de la comunidad por llevar una vida acorde con los valores comunitarios, esto es, consideradas personas honestas, respetuosas, solidarias y confiables.

El órgano encargado de administrar el presupuesto ha demandado cierto perfil competente para las dinámicas en la administración pública, que va desde la realización de registros, oficios e informes, pasando por el manejo de la tecnología, y de software especializado, hasta el conocimiento técnico en cierta área que da el haber cursado una carrera universitaria.

En otras palabras, los consejeros electos (principalmente hombres) bajo un escrutinio comunitario que mezcla experiencia, liderazgo, respeto y valores no fue suficiente a la hora de cubrir todas las habilidades, necesidades y exigencias de la administración gubernamental, es por ello que se creó la figura de auxiliar que, paradójicamente, fue ocupada por otra generación de miembros de la comunidad mucho más jóvenes, principalmente mujeres que cuentan con una formación académica profesional. Tanto la edad como la profesionalización son dos factores que comenzaron a tomarse en cuenta para formar parte de la nueva autoridad.

Otro cambio importante, por no decir que el principal, es la integración de mujeres al nuevo órgano de representación. En este sentido, la sentencia dictada por el Tribunal Electoral del Estado de Michoacán a favor de la comunidad de San Felipe de los Herreros, significó la generación de un nuevo espacio de participación para las mujeres; ejercer un cargo público de toma de decisiones, por lo menos en teoría.

Las mujeres en San Felipe, hasta antes de la sentencia, principalmente cubrían un rol doméstico hacia el cuidado del hogar y la gestión material de la vida. Los espacios de participación se daban al interior de sus casas, en donde expresaban su opinión y lograban ejercer influencia sobre su esposo para llegar a tomar decisiones consensuadas, en mayor o menor medida, que posteriormente eran externadas en las asambleas generales o traducidas en acciones de autoridad si era el caso. Además, se insertaban en la vida política de la comunidad a través de organizaciones de artesanas; por medio de la planeación de las fiestas comunales y mediante las organizaciones de “padres” de familia en la escuela de sus hijos.

Actualmente en la comunidad los procesos sociales de participación de las mujeres son complejos, oscilan entre el ámbito privado y el público, es decir, sobrepasan el terreno domestico de influencia en las transformaciones sociales, sin embargo, tendría que verse si la influencia de su participación es real y en qué grado, sobre todo porque se trata del primer momento de un proceso inacabado.

Retos

El reto que representa la administración directa del presupuesto público para la comunidad de San Felipe de los Herreros, implica adentrarse a una serie de lógicas estatales y administrativas complejas y completamente separadas de dinámica oral y comunitaria que las comunidades indígenas llevan en cuanto a su gobierno, administración y resolución de conflictos.

El mayor reto en ese momento no significó ganar un juicio ante los tribunales electorales, sino lo que implica la administración en torno a un presupuesto público. De inicio, debido a la lógica estatal mexicana reglamentaria y discriminadora; los funcionarios estatales se centran en sus leyes internas para la tramitación de cualquier asunto sin tener margen de pensamiento propio en cuanto a criterios más incluyentes, aunado a la desinformación que existe de los tratados internacionales y en particular de los derechos de los pueblos indígenas en nuestro país.

Ahora, el reto de las comunidades p’urhepechas en Michoacán ya no es precisamente acudir a los Tribunales cada que pretendan llevar a cabo la afirmación de sus derechos, sino lograr su reconocimiento en la legislación, específicamente en la Ley Orgánica Municipal del Estado de Michoacán, ya que, como lo menciona Aragón (2013), el reconocimiento judicial no necesariamente es progresista y va en aumento conforme pasa el tiempo, sino que al contrario, puede correr la mala suerte de su retroceso.

Bibliografía

Aragón Andrade, O. (2013), “El Derecho en insurrección. El uso contra-hegemónico del derecho en el movimiento purépecha de Cherán”, en Estudios e Pesquisas sobre as Américas , núm. 7, p. 2.

Velásquez C., M. (2003a), “Discriminación por género y participación en los sistemas de gobierno indígena: contrastes y paradojas”, en : Bonfil Sánchez, P., y E. R. Martínez Medrano (coords), Diagnóstico de la discriminación hacia las mujeres indígenas, México, Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas.

  1. La comunidad administra de forma directa el 15.6% del presupuesto público que le corresponde, de acuerdo con el número de población que representa del total del municipio de Charapan.

  2. Sentencia del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación del 27 de abril de 2017. TEEM-JDC-005/2017: 52.

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